La noche es fría y húmeda, cada noche más helada, cada noche más larga, solo las estrellas y la luna pueden verme.Esta noche es muy parecida a la de hace dos semanas, nuestro crucero trazaba una línea recta por estas heladas aguas. Ya nada importa. Todo a terminado, todos fueron salvados en el momento preciso, antes de que la olas engullesen el navío. Todos menos yo. Creen que estoy muerta. Me dan por muerta.
Pero cada noche salgo hasta la superficie, mis ojos ya no son verdes, la sal y las estrellas les han dado un nuevo color, eso es lo que me cuenta la luna, mi amiga eterna tanto en la vida como ahora en la muerte. ¿Pero estoy realmente muerta?
Cada noche nado hacia un pequeño espigón, en el cual un pico de roca sobresale, me encanta sentir las olas golpeándolo sin cesar, pienso que tengo que ser como esas olas que siempre están ahí, alguna noche alguien pasará por este rincón del mar y me devolverá a mi mundo.
Los recuerdos se desvanecen en mi memoria, intento evitarlo, intento recordar a todas horas, pero ya no recuerdo el nombre de mi madre. Pronto no recordare ni como llegue a este lugar.
Aquí sentada sobre este pedazo de roca, busco en mis harapos y encuentro mi tesoro, una concha blanca, es preciosa. Cada noche intento escuchar a trabes de ella… dicen que si te la pones cerca el oído puedes escuchar los sonidos del mar, yo me la pongo cerca de oído para poder escuchar las voces mi hogar.
abl.
