Y nunca, solitaria,alzándome en los mismos umbrales de la vidarecóndita, podré gobernar los impulsosde mi alma, ni levantar la mano como antaño,hacia el sol, serenamente, sin que perciba en ellalo que intenté hasta ahora apartar:
el contactode tu mano en la mía.
Esta anchurosa tierracon que quiso separarnos el destino, en el míodeja tu corazón, con latir doble.
En todolo que hiciere o soñare estás presente, como en el vino el sabor de las uvas.
Y cuando por mí rezo al Señor, en mis ruegos tu nombre escucha y en mis ojos ve mezclarse nuestras lágrimas.
Ilustracion: Abel Garcia
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